VOCACION DE PUTA
Por Anastasia Benavente
Mi vocación de puta nació con mis primeros amantes, durante mi juventud homosexual no tenía un cuerpo deseable para los colas, que siempre buscan el mino más mino o el más macho más macho o por último un cola con un cuerpo de hombre…Por lo que no me pescaba nadie.
Mi calentura e ímpetu insaciable
me hacían querer tener contacto con otros
cuerpos, por lo que mis primeros encuentros
sexuales fueron con tipos que los botó
la ola: feos, decadentes, patéticos, amorfos, viejos verdes… En esos encuentros
furtivos descubrí que mis placeres estaban en el otro, en el solo hecho de sentirme deseado, así es
que le ponía wenooo… me lanzaba como una ternera guacha a las vergas igual de
amorfas que sus dueños: picos piramidales, en forma de lápiz, penes cebollas,
de esos que son capas y capas y capas, cachos de paraguas en todas las direcciones, micropenes, vergas con
elefantiasis y otras formas que están guardadas en mi memoria anal.
Siempre hice sentir a esos
hombres como únicos, como que de verdad eras sujetos de mi deseo, incluso de amor romántico, yo por mi parte, orgullosa de mi eficiencia al
hacerlos acabar, sucumbía ante mi propio deseo de ser una puta deseada por mi
cuerpo también amorfo.
Cuando descubrí que era
Anastasia, mi vida cambió, mi cuerpo no desarrollado era susceptible a la
esponja de alta densidad con la que contorneaba mi figura, mi cintura de 60 centímetros, sin corset,
comenzó a ser el fetiche de un vedetto en la discoteque donde trabajaba, cuando
me tocaba me miraba con cara lasciva y a
mí se desarmaba el truco… Una noche después de la función me dijo que estaba
solo en su casa…Cuando llegamos empecé a desmontarme y me dijo que no lo
hiciera…Entendí que el objeto de su deseo era Anastasia y ante ese monumento de
estereotipo masculino no pude negarme y decidí
demostrarle mi vocación de puta y él seguro la tenía de puto, porque follamos
hasta que nos dio hambre un día y medio después. Ahí entendí que con mi forma
femenina podía alcanzar esos cuerpos del deseo, que nos han metido en la
cabeza y que aún ahora me cuesta dejar
de perseguir.
Y cuando mi cuerpo arde, me pongo
un mini bien corta y salgo a ejercer mi vocación de servicio y no falta el
heterocurioso, que me mira con deseo, ese deseo que es estopa para mi fuego interno, que no se sacia
sino es con la leche de un varón, quienes extasiados por la calidad de mi
sexo, se van haciendo adictos a mí, porque el deseo de esos hombres no es
solamente sexual, sino que también sacio su sed de explicaciones, por sentir ese deseo insano de poseer a una mujer diferente, de
querer darme un beso, de querer rozar mi pene, de querer ser penetrado, de
querer quererme.
Y comprendo que mi vocación de puta cumple un rol social,
que mis amantes desatan conmigo esos placeres cochinos que no se atreven a
pedírselos a sus mujeres y que muchas de ellas tampoco están dispuestas a dar.
Porque los hombres tienen muchos “ratones” como les dicen a las fantasías sexuales
al otro lado de la cordillera, ratones que perforan sus cerebros
heteronormados, pero que fluyen en mi presencia y dejo que me recorran entera,
que se metan por todos mis agujeros, porque en el terreno de los cuerpos y
placeres todo es posible.
Y para que no crean que todo es
tan perfecto, debo confesar que para ejercer con plenitud mi vocación de puta… Debo aprender a cobrar…Y
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